@lo.la.fernandez
©2009 Lorena Fernández
Texto para la muestra Nunca nos aburrimos de Mauricio D'Ortona y El mismo cauce de Leonardo Gracés , octubre de 2013.
¿Sueñan los hombres con naves espaciales?
Sobre los techos de una ciudad distópica, bajo la lluvia eterna que nos espera en el futuro, dos hombres, aparentemente opuestos, se enfrentan. Es de noche pero las luces inmensas simulan rayos, seguidores o amaneceres. Cuando uno de los dos salva al otro en vez de matarlo, lo que se veía como diferente empieza a parecerse. Sobre todo ellos. Uno es humano, el otro es una máquina. Pero ambos son hombres y están golpeados y son muy hermosos y van a morir. Hay al menos tres teorías de por qué el replicante Roy Batty salva al “humano” Rick Deckard: que lo hace porque es una máquina y está programa para agarrar algo que se está por caer, porque sabe que va a morir y quiere que alguien vele su muerte, o porque es más que humano y tiene esa capacidad, tan preciada, llamada “empatía”. Sea por el motivo que sea, Batty es capaz de decir:
“Yo… he visto cosas que ustedes no podrían creer. Naves de ataque ardiendo más allá de Orion. He visto rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhaüser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
Y cierra los ojos y baja la cabeza. La lluvia corre por el pelo rubio blanco, por el torso desnudo, la luz hace lo que siempre hace, lo envuelve todo y se lo lleva lejos. Sin embargo una intimidad fulminante los mantiene juntos.
Blade Runner se basó en el libro de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Yo siempre me pregunté con qué soñaban los hombres, tan distintos y lejanos a mí me parecían. Fascinada por lo que encerraba la pregunta del título, intenté varias veces encontrar un objeto de ensueño para el sujeto hombre… Y ahora, ante estas fotografías, siento como si la lluvia cayera sobre mí mientras el replicante hace el recuento de todo lo que vió, soñó, vivió… autos como naves espaciales, cápsulas de luz transportando cuerpos, los otros, los amantes, los desconocidos, los durmientes… Cuando él deje de contar y cierre los ojos yo también voy a cerrar los míos. Tal vez por esa capacidad tan preciada, que se acciona adentro de esta máquina, llamada empatía.